Más de dos años después de haberse iniciado la recuperación económica global, las naciones más ricas amenazan nuevamente con arrastrar al mundo en desarrollo a una recesión, mientras las autoridades no se ven bien preparadas para actuar vigorosamente.
Estados Unidos está enredado en una profunda crisis de empleo que ha llevado a muchos economistas a temer que el último esfuerzo del presidente Barack Obama por un plan de estímulo de 450.000 millones de dólares no logrará reducir significativamente una tasa de desempleo del 9,1 por ciento.
El crecimiento del empleo estadounidense se estancó en agosto, lo que elevó las expectativas de que a fines de este mes la Reserva Federal anunciará un nuevo alivio monetario para apuntalar la economía.
"La desaceleración dramática en el ritmo del empleo en agosto apuntó a más deterioro del escenario económico y augura debilidad en la confianza y en el desempeño de la economía", dijo Eric Green, director general de investigación de tasas estadounidenses con TD Securities.
En Europa, las condiciones financieras se deterioran rápidamente, e Italia aparece nuevamente encabezando la lista de preocupaciones del mercado tras los problemas de Grecia.
El cuerpo técnico del Fondo Monetario Internacional está preocupado de que los recursos del FMI terminen siendo insuficientes si empeoran las condiciones financieras y más países acuden al prestamista internacional por ayuda financiera, según un documento interno obtenido por Reuters.
El documento, que cita la debacle europea como un gran obstáculo para el crecimiento, indicó que el próximo informe del FMI resaltará "un marcado incremento del riesgo sobre la estabilidad financiera".
La volatilidad del mercado que se deriva de esta incertidumbre ha generado un visible arrastre en las economías emergentes. Brasil, por ejemplo, reportó recientemente una serie de cifras decepcionantes que llevaron al Banco Central de ese país a recortar inesperadamente sus tasas de interés.
Los ministros de Finanzas del Grupo de los Siete acordaron el viernes responder concertadamente a la desaceleración de la economía global, pero no presentaron medidas concretas para calmar a unos mercados angustiados por las señales de un crecimiento vacilante.
El desempeño económico de China se ha mantenido robusto. El Producto Interno Bruto se ha expandido cerca del 9 por ciento este año y las previsiones apuntan a un crecimiento de al menos 8 por ciento en el 2012.
Aún así, muchos analistas temen que los problemas se estén cocinando y la agencia Fitch Ratings advirtió el jueves que podría reducir la calificación crediticia de China en dos años años debido a las grandes cargas de deuda por parte de los bancos del país.
En Estados Unidos, una serie de datos que se conocerán esta semana deberían confirmar la tendencia reciente que apunta a un vacilante crecimiento pero no una recesión.
Los economistas esperan que las ventas minoristas se hayan expandido un débil 0,2 por ciento el mes pasado, quizás golpeadas por la incertidumbre del consumidor ante la batalla política en Washington por el límite de endeudamiento del país.
Mediciones clave sobre la salud de las empresas incluyen un dato de la producción industrial en agosto y una nueva cifra sobre la actividad manufacturera en el norte de la costa este en septiembre.
El derrumbe del índice de la Fed de Filadelfia sobre las industrias del norte de la costa Atlántica estadounidense el mes pasado, a -30,7, llevó a los inversionistas a buscar cobertura. Economistas estiman que el índice subirá a una lectura aún baja de -0,15.
Cifras de inflación podrían ofrecer cierta tranquilidad a las autoridades de la Fed de que las alzas de los precios a principios del 2011 fueron realmente transitorias. El índice de precios al consumidor de agosto aumentaría un 0,2 por ciento tras el salto del julio de un 0,5 por ciento.
Se espera que los precios al productor caigan un 0,1 por ciento, reflejando un reciente retroceso en los costos de la energía.
DECADA PERDIDA, 10 AÑOS DE GUERRA
Mientras los estadounidenses conmemoraban el décimo aniversario de los ataques del 11 de septiembre, siguen luchando con una economía que mantiene atrapados a muchos trabajadores.
Una cifra particularmente preocupante: pese al crecimiento de la población en la última década, el número de estadounidenses con empleo fue menor en agosto del 2011 -131,13 millones- de lo que fue en septiembre del 2001, cuando se mantuvo en 131,52 millones.
Algunos analistas sostienen que el gasto en las guerras que siguieron a los atentados contribuyó considerablemente a deteriorar el panorama fiscal que ahora impide que se adopten medidas de estímulo más sustanciales para frenar una potencial recesión.
Un estudio de la Universidad Brown publicado a principios de este año puso el costo total de las guerras en Irak y Afganistán cercanas a 4 billones de dólares, casi 10 veces el tamaño del paquete que Obama propuso la semana pasada para impulsar el crecimiento del empleo.
En vista de la percibida escasez de opciones fiscales, los mercados ya han dado ampliamente por descontado la probabilidad de que la Fed tome algunas medidas en su encuentro del 20 y 21 de septiembre, probablemente mediante un esfuerzo para poner presión a la baja en las tasas de interés de largo plazo.
En lo que respecta al plan de empleo de Obama, las reacciones fueron mixtas: la caída de 300 puntos del Dow Jones el viernes no fue exactamente un voto de confianza.
El nerviosismo se debe parcialmente a preocupaciones de que los planes que se ofrecen sean algo más de las mismas políticas que han fracasado en impulsar el crecimiento, combinadas con la inquietud de que los republicanos en el Congreso puedan bloquear muchas de las medidas.