Steve Jobs mantuvo un férreo control de Apple tras resucitar al muribundo grupo informático y conducirlo a la cima, dejando que pocos se interpusieran en el camino de su incesante búsqueda de la perfección.
La conmoción por su muerte el miércoles a los 56 años tras una batalla con el cáncer sigue resonando en todo el mundo.
Pero mientras Jobs es alabado como un genio que cambió la vida y la cultura moderna con creaciones como el iPhone y el iPad, también es recordado por ser el más duro de los empresarios, con una personalidad que también incluía un lado oscuro.
"Era como una estrella de rock, de una manera en el escenario y de otra cuando tenía un mal día", dijo Jay Elliot, vicepresidente de recursos humanos que trabajó para Jobs durante cinco años en los primeros tiempos de la compañía con sede en Cupertino, California.
"Steve era un tipo fuerte", dijo Elliot, cuyo libro "The Steve Jobs Way" fue publicado a principios de este año. "Uno tenía que estar listo para tomar su opinión y dar marcha atrás".
Jobs era conocido en el Silicon Valley como un ejecutivo despiadado que estaba en todos los detalles, tanto que la revista Forbes lo incluyó en su "Salón de la Fama de los Jefes Pendencieros".
"Tuvo una racha de crueldad", dijo el analista de Silicon Valley, Rob Enderle, al hablar de Jobs.
"Teniendo en cuenta todo el éxito, tenía un complejo de inferioridad que no se podía creer y no respondía bien al sentirse amenazado", contó.
Su reputación fue forjada con cuentos de empleados despedidos ante la menor ofensa y de nuevos contratados intimidados para probar su valía.
Según trascendidos, una vez se le pidió a Jobs que diera una charla a un equipo de Apple de bajo rendimiento, y para inspirarlos les dio un pronóstico oscuro sobre el futuro de su empleo si las cosas no cambiaban. El equipo mejoró.
Las críticas sobre su estilo de gestión suelen sacarse de contexto y se forja la leyenda, según Elliot, quien dijo que Jobs no despidió a nadie de Apple mientras él trabajó allí en recursos humanos.
Su manera categórica de enfrentar a la gente y su inclinación a seguir de cerca los proyectos buscaba lograr los mejores productos y no eran temas personales, según Elliot.
"Él sólo estaba tratando de hacer lo mejor que podía para mejorar el producto y la empresa", dijo Elliott sobre Jobs, señalando que Apple tiene una de las más bajas tasas de rotación de empleados de las
empresas de tecnología.
"Lo que pasa con Steve y su dualidad es que su lado positivo por cambiar el mundo con increíbles productos supera la negatividad que algunos encontraron".
Suele decirse que Jobs contrató a John Sculley para proporcionar "supervisión adulta" como director ejecutivo de Apple sólo para urdir un golpe en las altas esferas de la firma, que fracasó y dio lugar a que Jobs fuera expulsado de la empresa en 1985.
"Steve lloraba porque Sculley estaba arruinando a la empresa, y tenía razón", recordó Elliot, para quien la decisión de Jobs de contratar al nuevo director ejecutivo se debió a que Jobs era joven e inmaduro.
Jobs se reivindicó cuando Apple lo convocó en 1996 para liderar la empresa, lo cual le dio la oportunidad de crear el iPod, el iPhone y el iPad, y convertirla en una de las empresas más valiosas del mundo.
Aunque Jobs era un gran impulsor de Apple, era notoriamente reservado respecto a su vida personal. Algunos consideran que esta tendencia se reflejaba en la forma en que Apple difundía poco de lo que sucedía internamente.
Jobs tuvo una hija cuando apenas tenía 23 años y la dejó en la pobreza. Pasaron años antes de que la reconociera.
Steve Wozniak cuenta que lloró tras enterarse, años más tarde, de que Jobs lo había estafado en un negocio antes de que ambos fundaran Apple en un garaje de California.
Atari los había contratado a ambos para reducir el número de fichas de un juego y el ingeniero Wozniak eliminó tantas que la empresa pagó a Jobs 5.000 dólares extra por el trabajo.
Jobs le dijo a Wozniak que Atari les había pagado sólo 750 dólares, y los socios dividieron el dinero, según la historia.
"Al final del día, Steve Jobs fue una gran persona", dijo Enderle. "Muchas veces son los defectos de un diamante los que lo hacen especial".
Además de perder un visionario de carácter fuerte, el mundo ha perdido a uno de los últimos jefes categóricos de las empresas tecnológicas, dijo Elliot.
"En la industria hoy los directores ejecutivos no dicen nada... Steve decía exactamente lo que pensaba", precisó.